martes, 9 de marzo de 2010


Se agachaba mi sombra
contra el suelo azul,
soltando amarras
en medio del temporal.
Quizàs se cristalicen
las manchas de barniz
sobre mi piel.
Quizàs sea inevitable el naufragio.
Dos manos que se desenrredan
y aprietan los puños...
No hay suficiente oxigeno
entre las làgrimas y el humo.
Y el olvido
nos acecha en cada rincón...
su mano sìnica
insiste en acariciarnos...

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